Las pantallas cuadriláteras
perfectas
se llenan de gachas que no importan
prefiero la huella, de miel o
lo que sea.
Un día, no hace tanto, se
perdió una arruga
y a todas horas cuido que no
salga
grito a voz que se entere el silencio, no renuncio a los
años.
Saltan objetos por el aire,
fruslerías
oropel innecesario,
nada evita lo que
nunca dejo.
Mi calendario no tiene días
ni hojas sueltas o pilladas
los números al aire se
pierden, no importa.
Se metió la razón en el
caldero
bien cocida
seguía sin entender al piano.
Saber
nada que saber
no cabe.
Una gota resbala se desborda
el río
pasa siempre,
no sé por qué ni quiero
saberlo.
Hablemos de por no hablar
de que no hablamos lo que hubiésemos hablado,
no hago caso a habladurías.
no hago caso a habladurías.
Los huesos se marcan
cada vez que enciende su vela
no se agota la coyuntura,
hasta el éxtasis.
Luego aprieto los dientes sin
emoción
y el gato me mira a punto de
risa
es solo cuestión de esperar.
Cuando guiño el ojo
quiero que vea bien lo que esconde
hasta agotar la tinta.
Paseo por la calle estrecha
tan sencillo como abrir una
ventana
dar la mano seguir queriendo.
Que tendrán los milímetros
evocan tan lejos tan cerca
el cabello rizado.
La piel del brazo hasta el
meñique
preludian la muñeca y el
índice
a pulgar y corazón no le
importa.
El sopor sabe del sueño
instante que se pierde en el
mareo
y se entrega inexorable.
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