En
cierta ocasión un nadie descalabrado se topó con unos excavadores que arrasaron
un ajuar ibérico para llevar agua al olivar, el agua produjo aceite y alpechín que se vertió en una balsa de
estropajo desgastado del sur, ésta quebró por razones de falta conocida
sobradamente inalámbrica en tamboril, contaminó y murió un pez en el río de la
cera de una cerilla. Loco de verde se quejó como beben las luces de navidad
todos los roscos y calabazas, se dio de bruces contra olas de goteras con
piedras en la superficie más profunda de un templo vacío. Durante un tiempo,
los medios de transfusión de mesas entraron en desastres de patas y esquinas
cercanas, se frenaron los riegos, cerraron los molinos y aumentó el precio de
los deslices por platos y cucharones. Avispados que no dan de miel, hicieron
leyes sobre pesticidas para gárgolas en arbotantes, y ordenaron a sus lacayos que
acarrearan un aumento del precio de todo lo insaturado, se disparó la
adrenalina y sudó frío el primo de guardia. Una vez fiambre de tanto soso le
echaron sal y el monumento murió de sed. Con el paso del tiempo la erosión hizo
su trabajo como siempre, triunfó en ceniza de todo a cano. Sin el paso del
tiempo se hicieron prospecciones arqueológicas, se armaron campañas, trazaron
el hábitat, se descubrieron estratos, sacaron los cascotes, recompusieron
vasijas de barro, e hicieron réplicas exactas para el mercado de al cuelgan. Entre tanto, con tanto en viejo trasfigurado
desencajado acongojado, se editó un libro en papel couché, no apto para
impresoras de inyección a color, fue todo un éxtasis, uf. A poco de aplausos, colorines
grises aguados, inventaron su museo en el reino de las vendas de escayola con horario
de apertura de nueve a ningún segundo. La Real Academia de Allí reescribió caco
que en caca queda, y fonía empobrecido enmudeció para siempre de dolor.
Quien aquestos cacharros de arriba
encontró y aquestotro vivió
Dixi
Sobra todo, la acuarela marrón es
ornato innecesario
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