martes, 1 de enero de 2013

La razón de un loco



Quiero a las piedras que al atardecer tiritan,
cuando hablo con ellas la gente me mira raro
y me dice, oye que son objetos inertes,
se olvidan que han rodado afilando cantos
crujiendo fríos,
en cada una, mil o más quién sabe
deseos condensados,
metamorfoseados a silencio observante,
camino y no puedo dejar de mirarlas,
a veces me cuentan sus vidas
sobre la arena o entre tantas,
alguna devuelve mirada muy fija a los ojos  
seduce me encanta,
otra sonríe, te troncha su gracia,
muchas están tristes su aridez me llora,
a las más afortunadas la alegra a su vera una concha de nácar,
y me alegra,
los diamantes no me interesan,
no  invento en ninguna shalágram shilá,
con las que están solas me hago agua, suave oleaje
y entonces me brillan, me emocionan,
trepo hasta la mina y sin darme cuenta,
oculta entre jara y romero
la geoda
el cristal de cuarzo impuro
blanco y negro casi transparente, fundido
yo amo a las piedras de todos colores,
pero a ésta la llevo en el bolsillo
es pequeñita me atrapa el azabache,
de forma imprecisa me habla
respondo es bonita y me llaman el loco.

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