Y
todos los poetas y escribientes
y
aficionados afilalápices
comprendieron
por fin,
era
sencillo,
a
una hora coincidente
antes
que el trueno calculado hiciese !buuun¡
Todos
a una
olvidando
los blog y los tontos y los listos
de
letra impresa editoriales,
poesía
de la experiencia para luego
poesía
del silencio para luego
poesía
del pasado para luego
poesía
de la artimaña para luego
poesía
para vender para luego
poesía
de la conciencia para luego
poesía
cuántica para luego
poesía
ante la incertidumbre para luego
poesía
del fragmento para luego
poesía
reflexiva para luego
poesía
extramuros para luego
poesía
extensa para luego
haikus
para luego.
Todas
las metáforas escritas tramadas o no pensadas
poesía
universal, de las fronteras, del terruño, de la hormiga, del reclamo, del
grito, del me callo, del amor del erudito, del críptico hermético, de la
intemperie, de la angustia, de la gratitud, de la influencia, confesional o
atea, del jarrón chino o el jardín zen.
No
escribieron
a
esa hora coincidente,
todos
a una,
se
olvidaron de ellas de ellos mismos
urgente
y
saltaron hacia arriba en el puente del infierno,
en
el vuelo dejaron atrás al premio nobel de la paz,
a
no sé cuántos mariachis del premio nobel de la paz,
a
no sé cuántos consejos de seguridad,
a
no sé cuántas juntas de jefes,
a
no sé cuántos altos estados mayores.
Todos
a una
gritaron
fuerte sobre el puente
al
estilo de Munch,
volaron
al vacío
las
mechas los humos los truenos los fuegos las metrallas los cascotes,
en
el tiempo que dura un verso.
Ni
un solo inocente dejó de latir su sangre fuera,
por
el silencio de un aficionado afilalápices,
un
escribiente,
un
poeta.
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