Tengo un volcán en el coco
que emite sin tregua
hoy, se acercó a un lugar a
capela
sin saber por qué,
incorregible.
Chiquillo a qué vas al
cementerio
la avenida flanqueada de
cipreses entre panteones
con el yuyu que me dan prefiero
dormir al aire libre,
luego el patio de palmeras !vivan todas las palmeras¡
y otro de naranjos con frutas
lustrosas de bien abonadas,
mármoles y lindes con cruces
en la leve
levísima, to el mundo callao
entretenidos con la eternidad
llama la atención el último
patio allí no hay na
me han dicho que en un futuro
habrá, a verlo,
en retaguardia bloques de
habitáculos horizontales
demasiado negros, necesitan un
poquito de color.
Definitivamente no me gustan
los cementerios
prefiero una buena pira.
El patio de niños me hace
pensar,
a los veintitrés días en mil
novecientos y no sé cuantos
tus padres no te olvidan
en mármol blanco pequeñito
tocado por el tiempo.
Que si la vida mató al niño
no fui yo
y me afirmo en no matar a mi
niño ni recular un ápice
no es por bondades o maldades
ni éticas ni estéticas ni Peter Panes
sin nostalgia que ya no soy
un niño,
es por todo lo demás
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