Quiero a las piedras que al
atardecer tiritan,
cuando hablo con ellas la
gente me mira raro
y me dice, oye que son
objetos inertes,
se olvidan que han rodado
afilando cantos
crujiendo fríos,
en cada una, mil o más quién
sabe
deseos condensados,
metamorfoseados a silencio observante,
camino y no puedo dejar de
mirarlas,
a veces me cuentan sus vidas
sobre la arena o entre tantas,
alguna devuelve mirada muy
fija a los ojos
seduce me encanta,
otra sonríe, te troncha su gracia,
muchas están tristes su
aridez me llora,
a las más afortunadas la
alegra a su vera una concha de nácar,
y me alegra,
los diamantes no me interesan,
no invento en ninguna shalágram shilá,
con las que están solas me
hago agua, suave oleaje
y entonces me brillan, me
emocionan,
trepo hasta la mina y sin darme cuenta,
oculta entre jara y romero
la geoda
el cristal de cuarzo impuro
blanco y negro casi transparente,
fundido
yo amo a las piedras de todos
colores,
pero a ésta la llevo en el bolsillo
es pequeñita me atrapa el
azabache,
de forma imprecisa me habla
respondo es bonita y me
llaman el loco.
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