los
tejedores urden desde el atril
el
miedo que abona fantasmas
ofrecen
conjeturas candidatas
zurcen
castillos con torres de laurel
engendran mirlos blancos
el
problema no es que los ingenuos le crean
la
cuestión es que bastantes le dejan
brotando
remiendos que hielan los tímpanos
prisiones
desarmadas de inocencia
en
silencio
consagran
categorías y ordenanzas
primero
los ellos arriba planeando vuelos
a
vagones de cuarta y décima
luego
los secadores de lenguas
a
sueldo fijo menguante
después
toda esa gente conminada por decreto
a
cantar hazañas con redobles de tambor
rallado
al
final los proscritos e indomables de verano
trenzan
hondas de pita contra el gigante
en
silencio
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