Naciste en encrucijada de historias,
sometida a tres culturas patriarcales,
adornadas con shalom, pax y salam.
Inundaron de escombro el cielo, y tú
azarada de dolor, tras el llanto,
te agarraste a titilantes razones en la noche.
Fátima no renuncia a identidad relegada,
si es escudo cotidiano, resistencia en retaguardia
o aliento de conciencias quebrantadas.
Refugiada en tu tierra ocupada, tú
no cesas dulce hojaldre, nuez y miel,
en ocasos ramadanes.
Aicha vive obligada en exilio sin retorno,
y en global resistencia danza el dabke
para aliviar la herida de su corazón roto.
Arrasan los limones de tu huerto, aunque tú
olvidando el cansancio y la afrenta,
cada día cocinas la maqluba.
Intissar, humillada en la puerta del presidio
y los puestos que la ultrajan con esperas,
no pliega su dignidad un solo instante.
Escollan los caminos de tu pueblo, pero tú
agotada de aguantar frente a los muros,
siembras de nuevo el geranio.
Muntaha fue conducida a existencia en la penuria
y el cuidado de los suyos es la brisa
que empuja su vela en jordanes ocupados.
Campesina sin aliento, madre rota o líder desgajada,
tú, mujer palestina, sigues firme,
anhelando el sueño de una sola paz.
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