La
belleza no tolera y no grita
Mímesis, sufrir estoico
apaciguada
ternura, boca abierta
La
verdad atributo de los dioses
Ley
del espacio, sencillez y grandeza
mesura
en arte plástico
!Hubo
grito¡
Ley
del tiempo, rebeldía y malestar
que
la búsqueda de la verdad es atributo del hombre
Desgarra
la poesía
Mímesis
en la escena
expresión
de dolor en las venas
De La Eneida: Libro
II
...
Laocoonte, sacado a suertes sacerdote de Neptuno,
degollaba en su ara festiva un toro tremendo.
Y mira por dónde (me muero al contarlo), dos grandes serpientes
se lanzan al mar desde Ténedos por la quieta llanura
con curvas inmensas y buscan la costa a la vez;
sus pechos se levantan entre las olas y con crestas
de sangre asoman en el agua, el resto se dibuja
en el mar y retuerce sus lomos enormes en un torbellino.
Suena el silbido en la sal espumante, y ya a tierra llegaban
e inyectados en sangre y en fuego sus ojos ardientes,
sacudían sus bocas silbantes vibrando las lenguas.
Escapamos exangües ante la visión. Aquéllas en ruta certera
buscan a Laocoonte, y primero rodean con su abrazo
los pequeños cuerpos de sus dos hijos y a mordiscos devoran
sus pobres miembros; se abalanzan después sobre aquel
que acudía en su ayuda con las flechas y abrazan
su cuerpo en monstruosos anillos, y ya en dos vueltas
lo tienen agarrado rodeándole el cuello con sus cuerpos de
escamas,
y sacan por encima la cabeza y las altas cervices.
Él trata a la vez con las manos de deshacer los nudos,
con las cintas manchadas de sangre seca y negro veneno,
a la vez lanza al cielo sus
gritos horrendos,
como los mugidos cuando el toro escapa herido del ara
sacudiendo de su cerviz el hacha que erró el golpe.
Se escapan luego los dragones gemelos hacia el alto santuario
y buscan el alcázar de la cruel Tritónide
ya los pies de la diosa, bajo el círculo de su escudo, se
esconden.
Entonces fue cuando un nuevo pavor se asoma a los pechos
temblorosos de todos y se dice que Laocoonte había pagado su
crimen,
por herir con su lanza la madera sagrada
Las fotos de Laocoonte de Agesandro,
Atenodoro y Polidoro de Rodas
en el Museo Pío-Clementino, Vaticano
El Texto es de:
http://es.wikisource.org/wiki/Eneida:_Libro_II
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