Cada mañana me asomo
a la azotea de la terraza más
alta
a esperar
el instante que confluya
que te encuentre despierta
mirando al oeste
y recibas
que te doy los buenos días.
Cambio los museos por las
plazas
todas las plazas del mundo,
iré a ellas una a una
a buscar en cada banco el sol
de la mañana
la paloma blanca en cada flor
de azahar
una farola alumbrada en el borde
de la taza de té negro con canela,
tengo toda la vida para
encontrarte,
en la placa de todos los
obeliscos
que desde hoy conmemoran tu
belleza,
en la campana que me llama a
tu abrazo,
en todos los semáforos que me
pienso saltar,
en el pobre que pide una
limosna,
y en la mujer que espera para
echarme las cartas que la pido.
Te leo en cada calle
cada acera
cada sombra que me protege si
el sol aprieta a mediodía,
y en la guitarra del chico
que ofrece
a quien pasa, la voluntad,
por las notas que me
recuerdan tu canción,
abandono los espacios
cerrados
regreso a tu plaza contigo
ábreme las puertas, no tardo.
Mientras llego,
en cada calle la libreta me
reclama como loco
a poner tu nombre
no encuentro la hoja para
decirte lo que siento,
desespero,
y entonces tu recuerdo me
llena,
ya sabes lo que siento,
lo escribo en un barco de
papel
y te lo envío.
Cuando llego al final del camino
quiero hacer un poema
mil versos
que me abran veredas tu cielo
y me acoja como un beso tu tierra
a la semilla.
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